Nuestra esencial vulnerabilidad, tanto física como psicológica, se ha incrementado radical y desigualmente por la pandemia del COVID-19. Esta idea, sencilla de entender y repetir, tiene sin embargo un enorme potencial filosófico, que fácilmente puede pasarse por alto. Si nos permitimos encarar nuestra vulnerabilidad y reconocer cómo ésta se encuentra articulada institucional y tecnológicamente, el universo de preguntas que podemos abrir para nuestra reflexión e investigación es insondable.